“El Señor está cerca de los quebrantados de corazón y salva a los que están contritos de espíritu” Salmo 34:18
Padre de los huérfanos, defensor de las viudas, es Dios en su santa morada. Salmo 68:5
Meditación:
Hay ciertas cosas que conectan a todos los humanos, sin importar de dónde sean o lo que crean. El sufrimiento y el dolor lo sentimos todos. Quizás es más evidente, durante el parto. La vida es traída al mundo pero al hacerlo, hay sufrimiento. Hay momentos en que es tanto el sufrimiento y la incertidumbre que nos rodea, que es fácil perder la esperanza. Es fácil ser impaciente.
¡No olvides que Dios escucha nuestras oraciones y ha visto nuestro sufrimiento! Envió a Su único hijo a sufrir lo mismo. El Espíritu Santo mora dentro de todos y cada uno de nosotros, animándonos a resistir. Es importante regocijarse en la fuerza y la esperanza que el Espíritu Santo infunde en todos nosotros.
Todos somos uno, unidos en más formas de las que nos damos cuenta. El mundo puede parecer tan dividido, pero ¿no entramos todos de la misma manera? ¿Acaso toda madre no sufre y soporta las penalidades del parto mientras se aferra a la esperanza? El Señor no se ha olvidado de nosotros. Él no nos ha abandonado. Él nos ha demostrado, en todas las formas imaginables, que nos comprende y nos ama. Cuando oras, ¿oras por lo que ya tienes? ¿O te aferras a la esperanza, sabiendo que la recompensa de pedir algo que no tienes y tampoco entiendes completamente vale la pena ser paciente? Pablo ciertamente se dio cuenta de esto. Los Apóstoles, en ese día, se dieron cuenta de esto. Ahora, debemos darnos cuenta.
Oración:
¡Dios todopoderoso, me regocijo al saber que no estoy solo! Oro con todo mi corazón para que todos mis hermanos y hermanas en la Tierra sepan que no están solos. Estamos muy en deuda contigo, oh Señor, porque has sido paciente cuando nosotros no lo hemos hecho. Nos has dado esperanza cuando la hemos olvidado. En este día te pido, Padre misericordioso, que me concedas la sabiduría, el valor y la paciencia para ser renovado por el Espíritu Santo. Así, Dios mío, estaré más cerca de todos los que me rodean, sabiendo que somos uno: uno en el sufrimiento, uno en la esperanza y uno en ti. En el nombre de Jesús, oramos. ¡Amén!
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