“Bendito Salvador”

No tenía belleza ni majestad para atraernos hacia él,

nada en su apariencia para que lo deseemos.

Fue despreciado y rechazado por la humanidad, un hombre de sufrimiento y familiarizado con el dolor. Como uno de quien la gente esconde el rostro, fue despreciado y lo teníamos en baja estima. Ciertamente él tomó nuestro dolor y cargó con nuestro sufrimiento, pero nosotros lo consideramos castigado por Dios, azotado por él y afligido. Pero él fue traspasado por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades; el castigo que nos trajo la paz fue sobre él, y por sus heridas somos curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; y el Señor cargó en él el pecado de todos nosotros. Fue oprimido y afligido, pero no abrió su boca; fue llevado como cordero al matadero,

y como oveja muda delante de sus trasquiladores, así él no abrió

su boca. Isaías 53:2-7

Meditación:

Jesucristo es la manifestación de la plenitud del amor de Dios por toda la humanidad. Cuando el mundo estaba en su peor momento, Dios envió a Su hijo, Jesucristo, a morir por nuestros pecados y liberarnos de la esclavitud del enemigo. No había nadie más que pudiera haber hecho esto por nosotros sin motivos ocultos. Dios simplemente hizo esto por Su amor por nosotros. No lo merecíamos. La humanidad era un desastre en el momento en que Jesús vino a la tierra. Había una multitud mixta de personas: los que conocían a Dios pero habían elegido darle la espalda, los que no conocían a Dios en absoluto y los que caminaban con la nariz en el aire mientras dependían de su propia justicia. .

Pero todos tenían una cosa en común: el pecado. No había nada que la humanidad pudiera hacer para resolverlo. Muchos habían tratado de cumplir la ley por sus propios medios, pero no pudieron hacerlo. Todos los sacrificios que se hacían para expiar los pecados de los hijos de Israel se hacían regularmente porque no podían dejar de pecar. El pecado tenía un control poderoso sobre la gente y sacó lo peor de ellos.

Fuimos redimidos por la sangre de Jesucristo, reconciliados con Dios Padre. Es solo a través de Jesucristo que podemos ser hijos de Dios. No hay otra manera. Nuestras vidas han sido justificadas por el sacrificio que Jesucristo hizo por nosotros. Todo esto hecho por amor y nada más.

Cuando piensas en la magnitud de este gran regalo, es más que suficiente para que quieras bailar de alegría para siempre. Cuando pensamos en el amor de Dios, todo lo que tenemos que hacer es pensar en Jesús porque ahí es donde se muestra todo. Jesucristo es la evidencia de la profundidad del amor que Dios tiene por nosotros.

Oración:

Padre Celestial, ¡Gracias! Por tu Asombrosa Gracia y Amor por nosotros, Por enviar a tu Hijo Jesucristo, nuestro Amado y Bendito Salvador, Quien pagó en su totalidad por los pecados de la Humanidad!! Ayúdanos a continuar invitando a todos a aceptar a Jesucristo como su Salvador Personal. En el nombre de tu hijo Jesucristo oramos. ¡Amén!