Hubo un tiempo en mi vida, no hace mucho, en el que luchaba todos los días. Luchaba físicamente con el trabajo, luchaba mentalmente con las personas y las cosas que me rodeaban... Pensaba que era la "solucionadora" del mundo y me preocupaba por todos y por todo lo que me rodeaba. Ignoraba mis necesidades físicas y mentales tratando de ocuparme de las de los demás. Era miserable por dentro, pero sonreía por fuera. En otras palabras, era un desastre que ocultaba a todos... a todos, menos a Dios.
Ahora bien, en ese momento de mi vida no tenía una verdadera relación con Dios. Creía en Dios, siempre lo he hecho, pero no acudía a él con mis problemas porque pensaba que estaba demasiado ocupado como para meterse con mis pequeñas luchas. Pero Él nunca se dio por vencido conmigo, en cambio puso en mi camino a personas que sí tenían una buena relación con Él. Una compañera de trabajo que era muy parecida a mí, pero que podía ver a través de la sonrisa, y un día, cuando estaba pasando por una situación realmente difícil, me llevó a la sala de descanso del trabajo y oró por mí. Al principio pensé que estaba loca, pero mientras oraba por mí, sentí que el dolor y la lucha que había estado experimentando abandonaban mi cuerpo y mi mente. ¡De hecho, me sentí muy bien! Esto fue parte de mi viaje inicial de regreso a Dios.
Esta compañera de trabajo y otra comenzaron a decirme que había un caballero con el que necesitaba conocer. Naturalmente, insistí en que estaba demasiado ocupada para algo así. Pero ambas insistieron en que necesitaba hablar con él y conocerlo. Finalmente cedí y fue entonces cuando conocí a José. La primera vez que hablé con él sentí que lo conocía desde hacía años. Hemos estado juntos desde entonces... 11 años para ser exactos.
Nada de esto habría sucedido si Dios no hubiera puesto a estas personas en mi camino. Seguiría siendo la persona sonriente y miserable que había sido durante años. Pero con la ayuda de estas personas especiales comencé mi viaje de regreso a Dios y comencé a tener conversaciones con él todos los días... Nunca podría volver a ser yo misma porque ahora soy verdaderamente feliz y estoy en paz.
Así que, si alguien ha experimentado las bendiciones de Dios y sabe que son reales, todos pueden tener la paz y la felicidad que yo he encontrado. Simplemente comiencen por hablar realmente con Dios y pedirle que los guíe, y confíen en mí, lo hará de maneras que quizás ni siquiera reconozcan. En verdad, hay bendiciones en las luchas... solo que son más difíciles de ver. Dios los bendiga y los mantenga a salvo siempre.
Bernice Barnes
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