“Amor misericordioso”

Los maestros de la ley y los fariseos trajeron a una mujer sorprendida en adulterio. La hicieron pararse frente al grupo y le dijeron a Jesús. “Maestro, esta mujer fue sorprendida en el acto de adulterio en la ley Moisés nos mandó apedrear a tal mujer, ¿ahora qué dices? Estaban usando esta pregunta como una trampa, para tener una base para acusarlo. Pero Jesús…”les dijo: “Cualquiera de ustedes que esté sin pecado sea el primero en arrojarle la piedra”…los que oyeron comenzaron a irse uno a la vez, los mayores primero hasta que solo quedó Jesús, con la mujer todavía de pie allí. Jesús… le preguntó, mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado? nadie señor” dijo ella “entonces tampoco yo te condeno”, declaró Jesús, “vete ahora y deja tu vida de pecado”. Juan 8:3-11

Meditación:

Este escenario es un ejemplo perfecto del amor misericordioso que Jesucristo tiene por nosotros. Este amor misericordioso se extendió a nosotros cuando aún éramos pecadores.

Los escribas y los fariseos, hombres que disfrutaban de su propia justicia , presentaron a una mujer que había sido sorprendida en el acto de adulterio. Es bastante interesante notar que no trajeron al hombre con el que estaba la mujer, considerando el hecho de que se necesitan dos para cometer adulterio. De todos modos, los escribas y fariseos estaban listos para ver que se hiciera "justicia". Habían encontrado a alguien que había cometido un acto que querían castigar. Querían condenarla y darle el castigo máximo: la lapidación.

Los fariseos y los escribas también tenían motivos ocultos. Querían usar esta situación para atrapar a Jesús. Si ordenaba que mataran a la dama, lo iban a usar en su contra. Si él decidía dejar ir a la mujer, iban a usar eso en su contra. Los fariseos y los escribas no querían a Jesús en absoluto, simplemente porque expuso las fallas dentro de su justicia propia. No estaban listos para cambiar sus caminos. En cambio, pusieron sus ojos en buscar venganza contra Jesús.

Nunca debes permitirte llegar a un punto en el que te niegues a aceptar la corrección. Terminarás siendo tan amargado y ciego como los fariseos, y esta es una vida que no quieres vivir.

Jesús, que conocía muy bien sus motivos, ignoró sus ladridos pidiendo sangre y procedió a escribir en el suelo. Entonces se levantó y simplemente les dijo que el que esté libre de pecado tire la primera piedra. No estaba negando que se hiciera justicia, pero dijo que la persona que no tiene pecados debe ser la primera en hacer justicia.

Los fariseos y los escribas fueron bajados de sus altos caballos y todos se fueron con la cabeza inclinada. Cuando te dejas atrapar por la justicia propia, te empeñas en señalar los pecados de otras personas en lugar de concentrarte en los defectos de tu vida. Tal orgullo siempre conducirá a una caída vergonzosa.

Recuerda que tú, como esta dama que fue sorprendida en el acto de adulterio, eres un recipiente del amor misericordioso de Jesucristo. Jesús te encontró hundido hasta el cuello en tus pecados y te mostró que eres digno de amor y que te ama a pesar de tu pecado. Sin ese amor, no serías libre.

Nunca se apresure a olvidar eso, ya que trata con diferentes personas en el mundo. Ama al pecador, odia el pecado.

Oración:

¡Dios clemente, misericordioso y amado, gracias por enviar a Jesús que pagó por completo por nuestros pecados y nos dio la salvación y la vida eterna! ¡Ayúdanos cada día a recordar este acto misericordioso, a entregarnos con humildad a tu voluntad y a compartir la Buena Noticia de la Salvación con todos! En el nombre de Jesús, oramos. ¡Amén!